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Lección Magistral de Apertura. Colegio Mayor San José (Cáceres) 29-09-2022


Estimadas autoridades


Estimada Presidenta de la Fundación Caja de Extremadura


Estimado Concejal de Urbanismo del Excmo. Ayuntamiento de Cáceres


Querido Director del Colegio Mayor San José


Estimado Presidente del Consejo Colegial


Colegiales, amigos y demás asistentes



Me siento muy honrado de estar con todos vosotros en un día tan significativo para este Mayor, que da el pistoletazo de salida al curso académico 2022-2023. Un año en el horizonte para ser mejores en todos los órdenes de nuestra vida.


Este inmerecido privilegio viene a propuesta de mis grandes amigos Fernando y Antonio, a los que me unen visión, identidad y valores humanos y cristianos. Gracias por invitarme a exponer una de mis pasiones, los Colegios Mayores Universitarios, “El éxito de vivir en un Colegio Mayor”, algo que es para mí más que un simple trabajo.


12 años de mi vida profesional han estado vinculados a un colegio mayor, primero en el Colegio Mayor San Bartolomé, de la Universidad de Salamanca, y posteriormente en el Colegio Mayor Hispanoamericano Nuestra Señora de Guadalupe, propiedad de la Universidad Pontificia de Salamanca.


En ambos trabajé en el mismo sentido, dotar a los colegiales de un acompañamiento que aporte valor a su vida universitaria. No somos un negocio, todo lo contrario, constituimos verdaderas comunidades de aprendizaje, somos una escuela de ciudadanía, de aprovechamiento profesional. Por ello, cada oportunidad perdida en este curso académico, cada esfuerzo no realizado, es tanto como caer en el conformismo, mermando así vuestra capacidad para mejorar.


La pérdida de identidad que el paso del tiempo imprimió en estos colegios mayores históricos, hizo que me plantease mi modelo de gestión a la llegada, analizando con tesón el camino a seguir. En esa reflexión atestigüe que somos una extensión de la Universidad, no un mero servicio al estudiante. Eso es lo genuino de este tipo de alojamientos, la formación transversal y complementaria, el espíritu crítico, la participación y la gobernanza, los valores humanos y la ética profesional.


Quiero felicitar a la Fundación Caja Extremadura por su amplia visión humanista y de responsabilidad para con la sociedad; al crear y mantener un lugar tan ideal como éste, lo que nos demuestra que las finanzas tienen también un cometido social y de apoyo a las nuevas generaciones. Aquí presente tenemos a mi querido Carlos Ongallo, que trabajó tanto por esta causa y que hoy continúan Antonio, Fernando y otros muchos que vendrán en el futuro, ya que éste es un proyecto intemporal e intergeneracional.


Es imprescindible en esta alocución hacer mención a la historia de los Colegios Mayores primitivos. El primero fue fundado en 1401, bajo el patrocinio de San Bartolomé, siendo su fundador el Obispo Diego de Anaya y Maldonado, basándose su estructura y vocación en el Colegio Mayor de San Clemente de Bolonia de 1367. Las similitudes entre aquellos del siglo XIV y XV con los de tiempos actuales son muchas, como veremos en breve.


Lo primero que debemos entender es que este tipo de entidades tuvieron como finalidad proveer de estudios a jóvenes con capacidades y sin recursos para desarrollarlas, creándose así un instrumento de lo que hoy entenderíamos por política social de la época, es decir, un sistema de becas. Aquellos colegiales formados científica y humanamente, reunían notables cualidades que posteriormente les permitirían alcanzar altos cargos en la administración. El propio monarca enviaba a los candidatos mejor posicionados a la preselección, estudiantes aventajados que posteriormente se convertirían en sus más estrechos colaboradores. De esta forma se forjó un prestigio para los colegios que terminó provocando un «espíritu de casta», de pertenencia, tal y como defiende la profesora Ana María Carabias, de la Universidad de Salamanca, ya que los antiguos colegiales ayudaban en todo momento al sostenimiento de sus colegios, también a la promoción de sus estudiantes, favoreciendo académica y laboralmente a los mismos. Lo que hoy daríamos a conocer como un lobby. Por tanto, nunca fueron un hotel, un alojamiento universitario o una residencia sin más.


El clima de comunidad de aquel primer colegio mayor universitario era de suma familiaridad, se repartían las tareas diarias y había una jerarquía en función de los años de permanencia, así como de las contribuciones de cada uno a la vida común. Desde el Rector de la casa, como determinaban las constituciones, hasta los sirvientes, los benefactores o los patrocinadores, todos tenían unas encomiendas normativas ineludibles; nada se dejaba a la libre interpretación.


Con el paso del tiempo, y dado el éxito de este tipo de instituciones, empezaron a ser reproducidas en diferentes partes del territorio, sólo Salamanca contaba con varios Colegios Mayores y también Menores desde el siglo XVI. La visión e identidad de los mismos también sufrió cambios, pasando a ser comunidades de estudio y formación para hijos de destacadas familias de la sociedad, que veían en estos centros un síntoma de prestigio y distinción. Muchos de ellos tenían entre sus antiguos colegiales a destacados dirigentes públicos, figuras reconocidas por sus contemporáneos y que hoy en día son personajes relevantes de la historia de España.


Los requisitos que debían cumplir los candidatos para ser designados como becarios, abarcaban aspectos como la edad (mínimo 20 años), la condición física, las cualidades intelectuales (ser bachilleres o haber estudiado al menos tres años en una facultad), la condición económica, los parentescos o el linaje familiar, la fe que profesaban o el origen geográfico. Sólo 15 alumnos adquirieron la condición de Colegiales del San Bartolomé en su primer curso académico, reservadas para diez canonistas y cinco teólogos, aunque con el tiempo se fueron incorporando juristas, lo que dotaba a sus beneficiarios de un signo de distinción, que con el tiempo constituiría la base de la influencia y el poder de este tipo de organizaciones académicas. En ellos nacía finalmente la élite social, religiosa y gubernativa de la época, pero también eran un foco de cultura y de influencia, donde se cultivaba la razón y la fe.


La plenitud de un Universitario no es por tanto el desarrollo en exclusiva de su vida académica, ni antes ni ahora; la formación complementaria, la cultura: la pintura, la música o el teatro, así como el deporte, el liderazgo, la oratoria o el voluntariado, por enumerar algunos, son facetas que buscan cultivar en vosotros, los estudiantes, unos firmes valores de compromiso personal y al servicio del bien común.


Una de las principales señas de identidad de este tipo de estructuras, antes de la reforma, era su independencia y autogobierno, tal es así que todos los miembros de la comunidad colegial estaban sometidos a la jurisdicción del Colegio Mayor, no únicamente los residentes, eran incluidas también aquellas personas que tuvieran una relación laboral interna o incluso aquellos trabajadores externos que prestaban servicio a la casa. La independencia en sus decisiones estaba basada en sus reglas internas, sin que estas vinieran impuestas por ningún órgano estatal, en cambio, el autogobierno era la cualidad de ejercer la gobernanza del Colegio Mayor mediante una estructura jerárquica ejercida por los propios colegiales, los cuales tomaban sus propias decisiones en el orden interno. A pesar de todo, debían estricta obediencia a las leyes del Estado.


Como vemos, antes y ahora, en el siglo XV y en el Siglo XXI, el colegial es la clave de bóveda de todo este modelo educativo. Hoy el San José, El Guadalupe o el San Bartolomé, cuentan también con un Consejo Colegial para la toma de decisiones, así como diversas comisiones para potenciar la participación y la dinamización de la vida interna. Porque esto no consiste en pasar por la universidad sino en que la universidad pase por vosotros.


Hasta aquí una de las partes del título de esta pequeña disertación, el éxito de vivir en un Colegio Mayor. Ahora, quiero compartir con todos los presentes el valor del éxito. Pero no en un contexto cualquiera, en un Colegio Mayor Universitario. Hoy el periódico La Razón recoge el siguiente titular, “Las Empresas piden algo más que buenas notas”, y analiza la política común de captación de personal de las principales compañías; el punto más significativo: el desarrollo de competencias, con programas de desarrollo personal.


Si preguntase a cada uno de los oyentes de esta lección inaugural qué es para él o para ella el éxito, en vuestra mente estarían conceptos tales como: el poder, el dinero, la fama, las posibilidades económicas, la relevancia social, el triunfo…. pocos hacen el esfuerzo de pensar que para que exista el éxito en nuestra mente debe estar presente su antítesis, únicamente por un motivo, para que logremos discernir el uno del otro, el éxito del fracaso.


En los Colegios Mayores Universitarios se aprende liderazgo, abanderando actividades innovadoras e implicando a todos los miembros de la comunidad en su consecución, aquí está vuestro Presidente Colegial, Carlos, que es vivo ejemplo de ello; pero también empatía, conviviendo diariamente con otros colegiales que no tienen nuestras mismas destrezas o recursos, pero a los que debemos ayudar en su propio camino. Determinación, superando la presión social y las influencias contrarias a nuestro estilo de vida. Perseverancia, luchando por aquello que nos hemos marcado como objetivo, imaginemos, salir elegido en el Consejo Colegial o sacar adelante el viaje de final de curso, lo que os permitirá aprender a tomar decisiones y asumir responsabilidades. Pero algo tan cotidiano como entablar una conversación con la empresa que desarrolla el catering diariamente en vuestro comedor, ya es una forma de aprendizaje, aporta madurez, capacidad de escucha y el refuerzo de las habilidades de negociación. En definitiva, un Colegio Mayor te enseña a trabajar en equipo, te educa en el NOSOTROS, no tanto en el YO. Y todo es posible gracias a su genuino sistema de gobernanza y de participación, que siempre, basado en un modelo educativo definido y solvente, propicia un entorno inigualable donde complementar tu vida académica.


¿No es realmente un éxito acabar vuestros cuatro años de Grado Universitario con algunas de las destrezas enumeradas con anterioridad?, si atendemos a los datos de hoy en La Razón, sí, porque el liderazgo, la empatía, la determinación, la perseverancia, la toma de decisiones o el trabajo en equipo, son parte nuclear de un aprendizaje en toda su extensión.


Y me pregunto ante todo esto, ¿entonces?, si la educación es más que conceptos teóricos, por qué nos empeñamos en educar siempre en la frustración, en la consecución constante de objetivos, en los estándares sociales pautados, todo ello, además, sin atender a la suma de los componentes de un aprendizaje, así como a las connotaciones más personales del individuo. Enseñemos a caminar, a transitar, a que el éxito no es en función de cuando se llegue o como se llegue, sino simplemente a crecer y superarnos en nuestras propias expectativas, sin comparaciones, sin traumas.


El practicar esta filosofía, nos permitirá aprender a cómo salir de nuestra zona de confort, superando nuestro miedo al fracaso, lo que nos dará nuevas competencias, siendo más imaginativos, con menos aversión al riesgo y mejorando nuestra capacidad de emprendimiento. Por tanto, claro que es lícito caerse para aprender, equivocarse para encontrar el camino. La vida misma es eso, las frustraciones y las conquistas, los abandonos y los aciertos. No eduquemos en el resultado, en el que hemos materializado históricamente el éxito. El mejor éxito, el natural, es un camino de crecimiento, de perseverancia y de equivocaciones.


Hoy la sociedad nos alecciona con los éxitos que lograron otros, pero poco se conoce del tesón y el sacrificio de todos ellos. La cultura del esfuerzo, tan relativizada en nuestro tiempo, ha sido sustituida por la inmediatez, por el ya, por el ahora. Nada más lejos de la realidad, ya que el tiempo termina por enseñarnos que la vida se bebe a sorbos y con templanza.


Marcad vuestra propia trayectoria y empezar por aprovechar la vida en vuestro Colegio Mayor, donde las metas colectivas os harán más empleables, mejores compañeros, mejores profesionales, en definitiva, mejores personas.


Todas las experiencias que surgirán en los próximos años son fuente de estimulo para alcanzar vuestros sueños. Sed perseverante, no dudéis en buscar y propiciar oportunidades. Vuestro director y su equipo estarán aquí para todo, entregados a vuestra causa, soy conocedor de ello y por eso también me declaro colegial del San José.


Feliz curso, feliz noche de apertura

¡Viva el Colegio Mayor San José!

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